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Aquél torbellino de ciudades de la Toscana, el cambiar casa en continuaciòn,
y los amigos, las escuelas, las pocas certezas, habìan metido un cierto estado
de inseguridad en el adolescente Mario. Inseguridad que se agregaba a la
enorme espada de Dàmocle psicològica que era el de hablar diversamente,
a causa de la palatosquisis, aquélla voz afònica, apagada, que tantas veces no
era comprendida. El jòven era obligado a repetir màs de una vez, apremiado
de los “Como?”, “Qué cosa has dicho?”
Pero finalmente al menos una certeza lo alcanzò: el establecerse de la familia
Nigro en Livorno, ciudad de mar, puerto Mediceo, crisol de etnìas, como dice
Santini, que agrega que no por caso su plato por excelencia sea el “cacciucco”,
un mixto de animales de mar, desde pescados a moluscos, de cefalòpodos como
pequeños calamares, sepias, pulpitos, y asì sucesivamente.
Livorno tolerante, Livorno acogedora, Livorno cuna de muchas etnìas escapadas
de los àngulos hostiles del mundo, hebreos, holandeses, perseguidos polìticos
y religiosos de todo tipo.
La Familia Nigro se queda en Livorno. Una casa enorme, para acoger los cuatro
hijos, y los parientes de visita, con una huerta que devuelve, al trabajo que dà,
tomates, radicheta, higos, nìsperos, y otras frutas, y naturalmente las gallinas.
Tener una gran huerta a disposiciòn, para una familia de seis personas, en el
1929, año de la Gran Crisi, no era para nada mal. En realidad era una
verdadera panasea para todos, visto que el ùnico sueldo era el de Profesor de
Matemàticas en el Liceo Clàsico de Livorno de mi abuelo.
Mario tiene doce años y las primeras inquietudes adolescenciales lo dirigen
muy pronto a precoces actividades creativas, la primera entre todas, en orden
de tiempo, aquélla musical.
Desde la infancia ya tomaba lecciones de violìn y piano. La mùsica, se sabe,
es matemàtica. Matemàtica y creatividad, emociòn y técnica rigurosa,
cientìfica. La Ciencia, la Matemàtica, la Mùsica, seràn elementos que volcarà
en sus cuadros en edad màs madura, un verdadero patrimonio cultural que
formaràn la sensibilidad del jòven Mario y le daràn una base solidìsima sobre
la cual contar cuando a las notas se sostituiràn formas y colores.
Después de todo Livorno es la ciudad de Fattori y de Modigliani de una parte,
y de Mascagni del otro. Hoy Livorno puede decir con orgullo de ser la ciudad
adoptiva del Maestro Antonio Mario Nigro, uno de los màs grande Abstractìsta
Italiani del Novecientos.
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